Los humanos nos diferenciamos del resto de los animales en muchas cosas: somos autoconscientes, nos reímos y somos capaces de planificar el futuro. Sin embargo, hay una diferencia menos evidente que también nos hace completamente distintos al resto de los mamíferos y los primates: el blanco de los ojos.
La existencia del blanco de los ojos es uno de los elementos que nos permite intuir la intención de nuestros congéneres, una característica distintiva del género humano, según Manuel Loeches, responsable de Neurociencia Cognitiva del Centro de Evolución y Comportamiento Humanos del Instituto de Salud Carlos III. Loeches explicó lo que denomina “una nueva teoría de la mente” el pasado jueves en Madrid, durante la conferencia “El cerebro, un órgano social”, organizada por la Asociación Eleusis.
“El blanco de los ojos –cuenta Loeches- es una adaptación por selección natural que sólo tiene el género humano. El chimpancé, nuestro pariente más cercano tiene la esclerótica amarilla. Esto está hecho así con el único objetivo de que sepamos a dónde está mirando otra persona, porque sólo con la mirada se puede saber mucho sobre el contenido de la mente de otra persona e incluso sobre sus intenciones.
¿Cuándo empezó el blanco de los ojos en la evolución humana? No se sabe: “Las reconstrucciones artísticas de nuestros ancestros, desde el astrolopitecus hasta el cromagnon, suelen estar “humanizadas”. Es decir, aparecen siempre con el blanco de los ojos, cuando no sabemos en qué momento apareció”.
El blanco de los ojos es, de cualquier manera, sólo un indicio de que el cerebro es un órgano esencialmente social, tal y como anunciaba el título de la charla. Según Loeches, “el cerebro humano es una máquina especializada en escrutar el cerebro de los demás. Eso se debe a que tenemos una teoría de la mente: sabemos o creemos saber lo que piensan los demás y sacamos conclusiones en función de ello”.
La nueva visión de la mente humana tiene que ver con los hallazgos que se están haciendo con las últimas técnicas de neuroimagen, que –afirma Loeches- “nos están permitiendo investigar aspectos de nuestra mente hasta ahora “prohibidos” en ciencia”. Estas técnicas han servido, por ejemplo, para determinar dónde se encuentra el “yo” en el cerebro.
En un curioso experimento llevado a cabo en 2004 los investigadores pudieron comprobar que el concepto de “yo” es distinto entre occidentales y orientales. Cuando se les pidió que pensaran en sí mismos, a los sujetos de investigación chinos se les activaba una cantidad de neuronas muy mayor que a los occidentales. La conclusión de los investigadores –discutible, según Loeches- es que el “yo” de los chinos es más amplio, incluye a otras personas, en tanto el de los occidentales se limita a uno mismo.
El conferenciante también minimizó la intervención del cerebro racional en la toma de decisiones:
“En el cerebro tenemos dos sistemas para tomar decisiones: una fría, prefrontal y una caliente, emocional, que está debajo de la primera. Casi todo llega desde estas partes “calientes”. La mayor parte de las decisiones se toma con el cerebro límbico. La participación del cerebro racional es muy débil en la toma de decisiones”.
Esta parte “emocional” del cerebro es la que convierte al género humano en un ser social y a su cerebro en una herramienta al servicio de esta tarea. Según Loeches:
“Los primates y otros animales sociales como los delfines y tal vez los elefantes disponen de un tipo de células particular, que no se encuentra en ninguna otra especie. Son las fondecom o neuronas en huso, unas células piramidales que se encuentran en el cerebro emocional. Para solucionar problemas de índole social se utiliza esa parte del cerebro”.
Publicado originalmente en Cooking Ideas. Imágenes de la charla en nuestro álbum de Flickr.